La inteligencia artificial (IA) es un instrumento muy poderoso. Como todo instrumento poderoso puede servir para lo mejor y para lo peor. Algo que tiene una potencialidad tan grande requiere una regulación y una monitorización exquisitas, sobre la base de hacerlos útiles socialmente. Es preciso balancear su desarrollo con una entrada al mercado diligente y finalista.

Los sistemas de comunicación se han transformado, y el ruido y la simplificación se imponen en las redes sociales. Es más importante que nunca pensar por el cómo y el porqué de lo que leemos.

La cultura es fundamental, pero no es garantía de nada. La clave radica en no perder la perspectiva del bien común, la razón crítica y el pensamiento libre. Necesitamos ciudadanos que sean capaces de amortiguar las presiones de los poderes que en nombre de la verdad acostumbran a hacer las peores atrocidades. Verdades que se imponen de manera incontestada y que muchos acaban creyendo. Foros, análisis, discusiones no sesgadas, son fundamentales para que los que toman decisiones no se vean sometidos al dictado de las grandes corporaciones que no suelen pensar más allá del lucro y la codicia.

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