Acabo de terminar el libro Calle Este-Oeste de Philip Sands (Londres, 1960) donde se sumerge en su memoria familiar y en la historia para hablar de genocidio y crímenes contra la humanidad.
Cuesta entender cómo habiendo sufrido los judíos el Holocausto y estando todavía algunos de ellos o sus descendientes hoy en Israel, puede pasar lo que pasa en Gaza. El pueblo palestino seguro que repudia los atentados de Hamas pues sabía de las consecuencias: ciudades arrasadas, población hambrienta y sedienta, riesgo de epidemias muy serias, y un largo etcétera. Conviene ir a la historia y ver el papel de las potencias coloniales, Francia y el Reino Unido, en la génesis del galimatías de este territorio. Sin obviar, hoy, a los países árabes vecinos y, a los EE. UU. que con una mano piden frenar las incursiones judías y con la otra les vende armamento con el que hacerlas.
La palabra genocidio fue introducida en noviembre de 1944 en el juicio de Nuremberg por Raphael Lemkin y se adoptó en 1948 tras una convención impulsada por las Naciones Unidas en la que se fijó un umbral muy alto en su definición. En parte porque varios países estaban preocupados de ser objeto de acusaciones de genocidio: el Reino Unido, la Unión Soviética, EE. UU. … Y luego durante 50 años no pasó nada, hasta los años 90 del pasado siglo, con Yugoslavia y Ruanda. Es con ellos que se empezó a señalar el genocidio en la Corte Internacional de Justicia. La capacidad humana de hacer el mal es muy grande. Lo estamos viendo ahora.
Lo que es tan significativo en la guerra rusa contra Ucrania es que se lanza en un territorio donde se cometieron crímenes contra la humanidad en los años 1930 y 1940. En este sentido parece que estamos retrocediendo y que reabrimos puertas que pensábamos y que esperábamos que estuvieran cerradas. Pero el mundo actual no es exactamente el mismo de entonces. Hay instituciones, reglas y tribunales. Es posible mostrar cómo el hecho de que existan modifique el comportamiento de algunas personas y actores en determinadas circunstancias. A largo plazo, hay que ser optimista, aunque éste sea un momento difícil.
Necesitamos de actos de solidaridad por parte de todos y que los jóvenes sigan siendo inconformistas. La Ley del talión se ha vuelto a poner de moda. En fin.
