Japón es verde. El pueblo japonés según Vicente Blasco Ibáñez es de origen divino, lo que les hace orgullosos, aunque posiblemente esta característica esté en declive tras la 2GM y la rendición a los EE. UU.
En su Constitución (artículo 9) figura que no pueden tener ejército ni entrar en guerra, aunque a futuro la convivencia con China y Corea del Sur serán asignaturas pendientes.
Su gran desarrollo tecnológico y económico esconde una importante pobreza, sobre todo en mujeres mayores. En absoluto están igualadas en normas sociales a los hombres. Sirva una anécdota: si se presentan a una plaza de profesora de Universidad y hay un varón que compite por la misma, se retiran. Son muy longevos y su esperanza de vida va asociada a la soledad. Hay pocos niños y muchos perros vestidos de niños. Son sintoístas para obtener ayuda en esta vida y budistas para la perpetuación. Hay templos y santuarios desperdigados en casi en cualquier sitio, como a la entrada a un hotel. Son delgados a diferencia de sus queridos estadounidenses que están gordos y con esperanza de vida bastante menor. Son más bien pequeños, más bien feos, algunos van enmascarillados y enguantados, muchos con gafas. Son amables, parsimoniosos, y silenciosos. Los jóvenes están empantallados.
Les encantan los mangas y la pornografía. El ramen es el plato más común. Su comida es muy variada y servida en pequeños bellos cuencos que hacen a los palillos imprescindibles. Su escritura y su idioma son imposibles.
Los trenes funcionan como un reloj suizo. Las ciudades están limpias. Tienen pequeños jardines en espacios inimaginables. El turismo se ha disparado en los últimos años.
Tienen un sistema sanitario de seguro obligatorio para los residentes que pagan una parte de los costes de la atención que es de alta calidad y cobertura universal. Necesitan inmigrantes que no consiguen atraer. Merece la pena conocerlo, otra cultura, otros valores.
