Con asertividad: para que no saltemos por los aires, dada la creciente brecha de inequidad en el mundo y la utilización del malestar por los populismos, no nos viene mal un contrato social bien diseñado y aplicado.

Libertad de expresión, libertad religiosa, libertad para aspirar a una vida mejor, y libertad de vivir sin miedo a la inseguridad económica, concitaron hace ya muchos años el apoyo mayoritario de la población. También la responsabilidad del Estado en mantener el pleno empleo e impulsar las inversiones públicas que estimulen el crecimiento económico. Si, además, se genera una coalición política proclive a un nuevo contrato social, cerraremos el paso a populismos y autocracias que vienen pisando fuerte.

A nadie que observe se le escapa que el resentimiento social ante la muy desigual distribución de la riqueza en el mundo tiene consecuencias. Debiera ser amortiguado con este nuevo contrato social. En China, Rusia y USA no preocupa tanto la desigualdad como en Europa que tiene una tradición secular de garantizar el bienestar social.

Roosevelt ya hablaba de encontrar y compartir coaliciones políticas cuya implementación lleve a un nivel de vida creciente y sostenible; a buenos empleos para quienes puedan trabajar y estén en condiciones para hacerlo; a la igualdad de oportunidades; a la seguridad para quienes la necesitan; y a poner fin a los privilegios especiales (fiscalidad) para unos pocos. Quizá la senda sea que estas propuestas pasen a considerarse derechos universales que en el contexto UE son las políticas de garantía: de empleo, contra la pobreza infantil, de vivienda, de salud. Todas ellas van en esta dirección, pero precisan ser profundizadas. Las voces más críticas con tanta intervención del Estado señalan una pérdida de la competitividad. Acemoglu, Johnson y Robinson, premios Nobel de Economía de este año, lo desmienten. También Mazzucato.

Hay mucha evidencia acerca de que, sin bienestar social y buena salud poblacional, la economía sufre.

Raimon Obiols, político catalán, decía que definitivamente la esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que las cosas irán bien, sino la certeza de que algunas cosas tienen sentido independientemente de cómo salgan.

Deja un comentario