En la Fundación Gaspar Casal nos gusta estrujar los números y buscar asociaciones. Curioso hallazgo el del Barómetro Sanitario de 2014, publicado el pasado junio y que pregunta por primera vez por la privatización sanitaria. Los ciudadanos dan una respuesta clara, la Sanidad debe estar gestionada por las administraciones públicas. La mayoría de los encuestados (69,6%) considera que la gestión pública es mejor, mientras que un 11,2% opina que las empresas privadas la organizarían mejor.
Los ciudadanos siguen prefiriendo mayoritariamente la sanidad pública a la privada, que ha aumentado en todos los casos en más de tres puntos desde 2012. La sanidad pública se consolida como la opción preferida ante una necesidad de asistencia y una clara mayoría de los ciudadanos prefiere para su atención los centros públicos. De los servicios sanitarios públicos los ciudadanos prefieren la tecnología y medios de que disponen estos centros, la capacitación de sus profesionales y la información y el trato que reciben. De los servicios privados, la rapidez con que se atiende y el confort de sus instalaciones, si bien la valoración de este último aspecto ha mejorado perceptiblemente en el sector público.
Sin embargo, estos mismos ciudadanos contratan pólizas privadas, los que pueden claro está, año tras año, creciendo su número aún durante la crisis hasta llegar a los 7,3 millones en el cierre de 2014 (Fundación IDIS, Marzo 2015). ¿Qué explicación le encontráis?
Qué duda cabe que el recorte sobre el gasto sanitario público está explicando parte de otro hallazgo del barómetro, el progresivo desafecto, 6,31 sobre 10, hacia el funcionamiento del sistema. La razón está, sobre todo, en el crecimiento de las listas de espera. Parece razonable pensar que todos estos aspectos están interrelacionados entre sí. El peligro está en que la clase media que no se ha visto demasiado diezmada por la crisis deserte de lo público y éste pierda legitimidad. Los datos todavía no lo señalan. Estamos a tiempo. Deberíamos defender nuestro SNS como hacen los británicos con su NHS. Subrayo el su porque lo sienten como propio, están orgullosos de lo que ha supuesto su existencia. Es, además esta defensa casi sentimental, la única manera de que los políticos no se atrevan a hacer barrabasadas por el rechazo social que conllevarían. Dicho todo esto, el funcionamiento de lo público ha de espabilar. No vale quejarse permanentemente cuando se tienen asegurados unos ciertos derechos de por vida que los demás no tenemos tan seguros. Estamos necesitados de incentivos que animen a mejorar la productividad y el rendimiento clínico.
Goytisolo dijo hace unos meses que el ser humano ha conocido tiempos más sombríos, pero tan bobos, posiblemente no. Los medios sociales con su efecto de inmediatez a escala planetaria pueden generar situaciones ridículas, algunas exageradas, otras, oscuras y confusas, cuando no predeterminadas. Su crecimiento es imparable. La adicción que genera su uso también. Falta filtrado inteligente.
Vamos teniendo indicios de que los tiempos cambian y algunos de estos cambios vienen determinados por estos medios sociales y por infinitos soportes digitales que tenemos alcance de un par de clicks. Los blogs, nos permiten, entre otras cosas acceder a fuentes y documentos en muy poco tiempo, algo antes impensable. También, muestran las trampas de algunos, tras un contraste colaborativo. El crecimiento altruista de colaboraciones, por parte personas anónimas de todo el mundo que comparten su tiempo y su conocimiento, por ejemplo para desarrollar vacunas que sanen los destrozos de quiénes envían troyanos y virus de todo tipo, anima e invita al optimismo. Wikipedia es otro magnífico ejemplo. Las Colaboraciones Cochrane y Campbell son más que meritorias además de terriblemente útiles.
Hoy, existe un saber del público general sobre asuntos que antes quedaban circunscritos a unos pocos, los llamados expertos. Como se ha repetido hasta la saciedad, Internet es el culpable de esta democratización de la información. El tiempo hará que prevalezcan solo aquellos medios que sean confiables por su rigor.
Por otra parte, en nuestro patio político, estamos asistiendo en algunas instancias a la toma de poder ganado legítimamente tras pactos postelectorales. Tenemos que estar atentos a que no se produzca la indeseable degradación del uso legítimo de la autoridad, que es, por otra parte, inherente para la vida de un Estado y del ejercicio del poder político.
Nos encanta la crítica pública para derrumbar opiniones ajenas. Somos buenos juzgando las ideas de los demás e imprudentes defendiendo las nuestras. Hay que ver la paja en el ojo ajeno, pero también el arbusto en el propio, enfilando la senda del conocimiento, manejando el sólido contrafactual y operando un saludable fuego cruzado que nos obligue a estar alerta.
Se precisa de más democracia (ciudadanos menos conformistas) y de más transparencia en todas las instituciones públicas y privadas (ciudadanos más peleones), incluidas las que tildamos como medios sociales. También de una mayor rendición de cuentas (es más cultural, aquí nuestro país no sale bien).
Ser críticos, discriminar, tener criterio, es lo que nos sacará de esta deriva a la que nos lleva la bobería que menciona Goytisolo. En fin, deben ser los calores de este verano que en Madrid está siendo tremendo…