En el quinquenio 2010-2014, se produjeron en España 259.348 muertes atribuibles al tabaco, lo que supuso una media anual estimada de 51.870 muertes. Esa cifra es inferior a la media anual estimada en el quinquenio 2000-2004, que fue 52.746 muertes. En el quinquenio 2010-2014 la media anual de muertes estimada en hombres fue 45.384, inferior a la media estimada en el quinquenio 2000-2004, que fueron 48.450 muertes. Por el contrario, sube en mujeres.

El tabaquismo ha ocupado el primer lugar entre los factores de riesgo prevenibles de mortalidad prematura en todo el mundo. Posiblemente en los próximos años veremos de manera más marcada los efectos de la legislación de prohibición de consumo de tabaco en lugares públicos de 2005 y 2010. Ya sabemos que hoy el 93% de los trabajadores de los lugares de ocio están libres de nicotina. Prevaleció, afortunadamente, la responsabilidad colectiva frente a la libertad individual a la hora de legislar prohibición frente a fuertes presiones en contra. Además, los altos impuestos al tabaco reducen costes externos y externalidades negativas.

Desde el comienzo del siglo XXI, las tasas de tabaquismo han disminuido en los países desarrollados, la OMS adoptó su Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT) y cada vez más países en desarrollo adoptan medidas contra el tabaquismo. Estos desarrollos alentadores fueron posibles gracias a que el terreno del control del tabaco estaba unificado, así científicos, activistas y funcionarios han trabajado juntos hacia el objetivo común de eliminar el tabaquismo. Sin embargo, incluso teniendo en cuenta estos logros recientes, la OMS estima que el tabaquismo matará a mil millones de personas antes de que finalice este siglo si persisten las tendencias actuales, un número asombroso.

Más recientemente, el campo del control del tabaco se ha dividido profundamente sobre la cuestión de cómo responder al advenimiento de los
cigarrillos electrónicos, los vaporizadores y otros productos de nicotina no combustibles. Estos productos tienen el potencial de ayudar a los fumadores que no pueden o no abandonan el tabaco al administrar nicotina sin los componentes tóxicos del humo de tabaco. Sin embargo, los riesgos para la salud derivados del uso a largo plazo de estos productos (como cáncer, enfermedades cardiovasculares y respiratorias) son desconocidos y pueden ser graves. Lo mismo puede ser cierto para el vapor «de segunda mano» inhalado por otros. Además, los no fumadores atraídos por estos productos pueden convertirse en adictos a la nicotina y empezar a fumar.

El terreno de control del tabaco se ha dividido sobre cómo estos productos deberían ser regulados. Esta dilución en la determinación del control del tabaco amenaza potencialmente su efectividad contra la carga de la enfermedad causada por el tabaco, poniendo en peligro el muy necesario progreso en un futuro cercano.

Aunque la mayor parte del debate se centra en cuestiones empíricas, como diferentes estimaciones de la toxicidad de estos productos y sus probables efectos sobre los hábitos de fumar, las dos partes también discrepan sobre qué peso se debe asignar a algunas de estas estimaciones al diseñar regulaciones de salud pública con fuerte componente político.

Otros desacuerdos éticos en este debate pueden incluir la prioridad relativa de la protección para los no fumadores del tabaco («prevención») frente a la de ayudar a quienes fuman a reducir sus riesgos para la salud («tratamiento»); sopesar los beneficios para los fumadores actuales frente a los de fumadores potenciales futuros; descontar la importancia relativa de las vidas futuras salvadas en relación con las vidas actuales; etcétera….

Finalmente, hay que tener en cuenta la importancia moral, si la hay, que se debe atribuir a la responsabilidad personal del fumador para la decisión de iniciar y seguir fumando; juzgar cuánto peso se le debe dar a la gran cantidad de vidas salvadas y decidir cómo respetar las prohibiciones y sanciones así como las preocupaciones éticas básicas de la salud pública.

ACTUALIZACIÓN 1: El New Yorker publica el 14-5-2018 un articulo titulado The Vapors, en el que alerta sobre JUUL un vaporizador que esta causando sensación entre los adolescentes en los EEUU, permitiéndoles inhalar cantidades importantes de nicotina junto a otras sustancias que a altas temperaturas son cancerígenas.

ACTUALIZACIÓN 2:El Economist publicó el 26-5-2018 un articulo similar titulado Juuling is popular—perhaps too much so haciendo hincapié en las alertas ya mencionadas. El País el 13-9-2018 se hace eco de la alarma lanzada por la FDA. El mismo día indica también que: El cigarrillo electrónico repunta cuatro años después de su regulación en España ya que los adolescentes no perciben el elevado riesgo.

ACTUALIZACIÓN 3: El 20 de Septiembre de 2018 El Economist publica un articulo titulado: Los cigarrillos electrónicos son casi mejor que fumar, pero «mejor que fumar» no es necesariamente lo mismo que «bueno para ti». El Comité Nacional para la prevención del tabaquismo advierte: Los menores que prueban los cigarrillos electrónicos tienen siete veces más riesgo de comenzar a fumar cigarrillos. La nicotina inhalada no es inocua, puesto que supone el inicio o mantenimiento de una adicción severa. La nicotina tiene efectos cardiovasculares nocivos como la taquicardia y la aterosclerosis. Todo ello aumenta el riesgo de infarto cardiaco y cerebral y arritmias. La nicotina también aumenta, marginalmente, el riesgo de cáncer. Los cigarrillos electrónicos causan obstrucción bronquial, al menos a corto plazo. Contienen propelentes como el propilenglicol, una causa conocida de irritación ocular y respiratoria, e incrementan el riesgo de asma infantil. El vapor del cigarrillo electrónico contiene trazas de diversas sustancias tóxicas no declaradas. Algunas marcas liberaban N-nitrosaminas (cancerígeno). También se han detectado trazas de metales pesados como plomo, cromo, níquel, cobre, silicatos y estaño, similares a las encontradas en humo de los cigarrillos . Muchos consumidores de cigarrillos electrónicos refieren efectos secundarios, como irritación orofaríngea, mareos, cefalea y náuseas. La eficacia de éstos para dejar de fumar no ha sido demostrada científicamente. El último informe de la OMS recuerda que no hay evidencia científica consistente para apoyar el uso terapéutico de estos productos.

ACTUALIZACIÓN 4: El 12 de Noviembre de 2018 Diariomedico publica el articulo «Cuidado: el tabaco muta» indicando que: Sociedades científicas y civiles piden equiparar la regulación del e-cigarrillo a la del tabaco convencional para evitar su consolidación entre los jóvenes. El 58% de adolescentes que ha fumado alguna vez también usó los nuevos dispositivos para vapear y sólo un 26% percibe riesgo en ellos con el siguiente gráfico.

cigarro-electronico

ACTUALIZACIÓN 5: el 17 de Noviembre de 2018  El Economist publica un articulo titulado: La moda adolescente de Estados Unidos atrae la ira reguladora

ACTUALIZACIÓN 6: el 12 de Septiembre de 2019 tras el aumento de afecciones pulmonares graves que ya se han cobrado al menos seis vidas en EEUU, El País publica: Trump se plantea prohibir los cigarrillos electrónicos por los daños pulmonares

ACTUALIZACIÓN 7: el 14 de febrero en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard tuvo lugar un foro sobre el debate del Vapeo. The Vaping Debate and Health: Evidence and Unknowns.

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