Si quisiéramos abarcar el título de esta entrada e incluyésemos la relación de películas que tienen que ver con los principales determinantes de la salud de las poblaciones, no tendríamos espacio suficiente. Cualquier largometraje que ilustrase la riqueza y su distribución en las sociedades, la educación, el medio ambiente, los equipamientos sanitarios, el saneamiento, la vigilancia y el control de los alimentos y un largo etcétera, tendrían que tomarse en consideración. Aunque sea difícil encontrar una película que reúna todos estos elementos y al mismo tiempo mantenga sus expectativas comerciales, quizás merece la pena mencionar Lluvia negra/Kuroi Ame (1989) de Shohei Imamura, que se centra en las consecuencias epidémicas del bombardeo nuclear de Hiroshima en 1945, y se detiene a reflexionar en un conjunto muy exhaustivo de elementos que juegan un papel esencial en nuestra percepción y experiencia desde el punto de vista individual y colectivo de una realidad que fue terriblemente destructiva.

La Salud Pública, entendida como un conjunto de prácticas sanitarias poblacionales es un componente ineludible de nuestra cotidianeidad, en tanto que constituye y forma parte esencial de la sociedad en la que vivimos. La salud y la enfermedad se hacen visibles a la comunidad a través de la Salud Pública con el concurso crucial de los medios de comunicación, lo que implica el reconocimiento explícito de la relación en ambos casos, con múltiples formas de acción e interacción cotidiana entre personas, colectivos e instituciones, así como con mecanismos de generación, circulación y gestión de conocimiento y sus vinculaciones con lo social, político, económico, cultural y ético en torno al cine. Van aquí algunos ejemplos de lo que quiero decir:

  • Las relaciones entre Salud Pública y población desde la perspectiva de las representaciones en el cine de los riesgos laborales y ambientales, con Alice – A fight for life (1982) y Erin Brockovich (2000) de Steven Soderbergh
  • También las relaciones entre Salud Pública y género, particularmente con respecto a representaciones cinematográficas del aborto, con Un asunto de mujeres/Une affaire de femmes (1988) de Claude Chabrol y El secreto de Vera Drake/Vera Drake (2004) de Mike Leigh
  • Y, finalmente, las representaciones en el séptimo arte de las adicciones, con Arrebato (1979), Drugstore Cowboy (1989) y Trainspotting (1996), entre las que, a mi parecer, mejor lo tratan.

Además, el uso de películas bien seleccionadas en la docencia auspicia un espacio apropiado para la discusión abierta, donde los participantes pueden expresar libremente sus puntos de vista sobre la base de lo visionado, destacando el rol de epidemiólogos, salubristas y médicos clínicos, e incluyendo sus puntos de vista para efectuar un abordaje complejo que incluya comunicación, bioética, psicología, sociología, atención al paciente, etcétera. La retroalimentación mejora la capacidad de “comprensión/empatía” de la profesión médica y favorece aspectos de simulación práctica que promuevan “ver”, “sentir” y “escuchar” mejor al paciente. Se recomienda, por último, desarrollar y documentar adecuadamente el uso de cine como herramienta favorecedora de un aprendizaje significativo, creativo y crítico.

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