Ninguno de los problemas que aparecen en la exposición de motivos del RDL 16/2012 son nuevos. Muchos fueron identificados en 1991 en el Informe Abril. Parece que la urgencia obedece a razones más bien exógenas. Una pena que motu propio no hubiéramos empezado nosotros mismos, hace ya tiempo, a introducir cambios que propiciaran mejoras de la eficiencia, de la calidad asistencial y de la equidad. Un SNS no es un sistema de aseguramiento con beneficiarios. Es un sistema que da servicios a los ciudadanos que lo pagan vía impuestos directos. El problema es que con el paro y la crisis estos han caído a plomo. Las medidas no nos sitúan ante una reforma estructural. Estamos ante un mix con medidas más de coyuntura en su enunciado que de estructura. Los ciudadanos verían horrorizados el deterioro y ulterior derrumbe de un SNS, que aunque con muchos achaques, la mayoría son curables. Ahora bien, la mejoría definitiva solo viene de la mano de la mejora de la salud económica del país. Introducir transparencia y rendición de cuentas era algo reclamado por muchos, largamente. Las herramientas de evaluación existen, los profesionales capacitados también, lo que ha faltado es la voluntad política de hacer un uso de sus productos en la toma de decisiones. Un sistema sanitario es una gran empresa donde trabajan muchas personas que dan servicio a otras que pierden la salud. El médico es el actor protagonista del servicio sanitario y, se viene quejando de habérsele pasado a secundario. Este malestar tiene que ser inteligentemente encauzado. La verdad es que no sé muy bien cómo. Los incentivos al uso, más dinero y promoción profesional, han desaparecido del panorama posible. Conviene escuchar sus razones y ver que se puede hacer con lo que se tiene y que, preferiblemente, se salga del sota, caballo y rey. Los ciudadanos, todos pacientes pasados, presentes o futuros, deberían opinar más, estar mejor representados, tener más peso en la sociedad civil y hacer que sus demandas sean adecuadamente canalizadas. No solo repagar reactivamente. Hay otras muchas cosas que se pueden hacer. Siempre es cuestión de prioridades. Nosotros en 2004 ya publicamos ¿Todo para todos y gratis?, el establecimiento de prioridades en el SNSE. Y en su fijación explicita, la ideología no está ausente. Tampoco los valores. Ni el país que queremos dejar a nuestros hijos, que lamentablemente, ya serán más pobres que nosotros. Y mayor desigualdad que la generacional, no conozco.
Excelente, Juan. Efectivamente, «…la urgencia obedece a razones más bien exógenas»…y políticas, es decir ideológicas, añado yo. Estas medidas nos retrotraen hasta épocas anteriores a la LGS. Ya no podremos seguir denominándolo como SNS ya que, como bien dices, «un SNS no es un sistema de aseguramiento con beneficiarios. Es un sistema que da servicios a los ciudadanos que lo pagan vía impuestos directos». Y aunque la recaudación de éstos haya caído «a plomo», existen otras figuras impositivas y otras vías por explorar (presión fiscal sobre rentas más altas y no sobre rentas del trabajo, impuesto grandes fortunas, sucesiones y patrimonio, modificación régimen fiscal SICAV, etc.). Asuntos tales como la «amnistía fiscal» tampoco ayudan a entender recortes exclusivamente por el lado de los gastos…
Independientemente de ello, habrá que seguir avanzando en la eficiencia y en corregir o suprimir prestaciones, tecnologías y servicios poco coste-efectivos (eso es precisamente gestionar), reducir la variabilidad clínica no deseada, etc., etc. Y resulta hasta impertinente que te diga el papel de la ETS en todo ello (¡de eso iba la publicación ya hace 8 años!) En fin… en estos días aparece en los medios que en algún hospital de Madrid se aplica terapia Reiki para pacientes y trabajadores. Sin palabras.
Saludos.