Foto cedida por Tulane University. Autora: Paula Burch-Celentano

La Medicina es de las ciencias que evoluciona con más rapidez debido al desarrollo tecnológico y a la adopción por parte de los médicos de las innovaciones que le siguen. Otra cosa es que los sistemas sanitarios públicos tengan recursos para pagarlo todo. Un ejemplo: el conocimiento del genoma humano, de las variaciones genéticas, de la genómica, de la proteómica y el desarrollo de la farmacogenómica, de la bioinformática y de otras tecnologías, han conseguido que innovaciones hasta hace poco impensables, tengan un posicionamiento más amplio que permitirá nuevos abordajes frente a la complejidad de las enfermedades de base biológica.

Sin duda, este logro nos anticipa cambios: un mayor número de enfermedades contará con tratamientos eficaces; existirá una mejora en la esperanza de vida y, sobre todo, en la calidad de vida de determinados pacientes. Sin embargo, estos avances conllevarán un incremento en todas las partidas que componen el gasto sanitario (en términos relativos al PIB), y si seguimos con una disminución de la participación del sector público en el total del gasto sanitario, asistiremos a un incremento del protagonismo del sector privado, con la aparición de nuevos entrantes y nuevos modelos de negocio en el sector biofarmacéutico. Estos cambios propiciarán debates encendidos en cuanto a si será posible asegurar la viabilidad de los sistemas sanitarios de base pública tal y como los hemos conocido.

La investigación biomédica –cada vez más ligada a la investigación biotecnológica– es una parte esencial del sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación. Se trata de una investigación multidisciplinar que abarca desde la investigación básica o fundamental hasta la aplicación clínica. Es un proceso sin interrupción temporal que pasa progresivamente por fases de investigación aplicada y clínica, nuevos desarrollos, evaluación económica y difusión de resultados.

La conjunción de las investigaciones básicas orientadas al paciente, junto con las investigaciones preclínicas y las clínicas, es lo que se denomina investigación traslacional (IT). La IT apoya a los investigadores clínicos para identificar, a través de observaciones directas, nuevas hipótesis alternativas relevantes de la enfermedad, e incide en la mejora de la salud de los pacientes y, por consiguiente, de la salud pública.

Estas nuevas hipótesis no solo son un acicate que modula y determina los proyectos de investigación destinados a las primeras etapas del diseño de un medicamento u otra tecnología, también aceleran el proceso para aplicar nuevas ideas, nuevos conceptos y que los descubrimientos generados repercutan positivamente en los pacientes. Se trata de trasladar eficazmente el descubrimiento desde el laboratorio a la clínica, para mejorar la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y el pronóstico de las enfermedades que nos afectan. El hospital universitario juega un papel clave.

Este camino desde la investigación a la cabecera del enfermo y viceversa, requiere una permanente puesta en común y el compartir las preguntas, los avances tecnológicos y los nuevos descubrimientos en beneficio de los enfermos. Un proceso que supone escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista del que habla, ya que lo relevante trasciende de lo que se dice y está en lo que entiende el otro. Por todo ello, se precisa de un marco de referencia, así como en ir pensando cómo evaluar si transitáramos a este nuevo modelo de IT.

Sugerimos mirar a países como Canadá, que llevan 10 años dedicados a ello. Como país mestizo, multicultural y fuertemente descentralizado políticamente, puede ser una buena referencia. El CAHS (www.cahs-acss.ca) es un esfuerzo titánico, inédito y tremendamente valioso. Da consejo científico para tener un Canadá más saludable, situando a la IT en el centro y considerando holísticamente el sistema Ciencia, Tecnología e Innovación enfocado al sector salud. Además, aborda los problemas urgentes y complejos; utiliza el mejor conocimiento práctico; reúne a las mentes mejor amuebladas; escucha, delibera y debate; provee del mejor consejo –no sesgado, sin conflicto de interés, balanceado y factible– y, por último, promueve el cálculo del retorno de la inversión para el sistema sanitario público.
En definitiva, es un empeño serio, riguroso y envidiable para países como el nuestro, menos entrenados y con perentoria necesidad de coordinar esfuerzos e introducir métrica social a las asignaciones de presupuesto público.

La IT, más allá de una moda, es una necesidad derivada de la adopción de tecnologías, que son el resultado de la aplicación del nuevo conocimiento científico. La presión de una opinión pública cada vez más informada que demanda resultados en la prevención y el tratamiento de enfermedades ayuda a su fortalecimiento.

Es un factor crítico de éxito el trabajo en equipos integrados por investigadores fundamentales y clínicos junto con los responsables de la I+D de las empresas biotecnológicas y farmacéuticas, unido a roles claros y ajustados de los reguladores, autoridades y gestores sanitarios en el que estén equilibradas las capacidades de sus miembros y las tareas a realizar. A estos aspectos habrá que prestar una constante atención para poder afrontar los retos y oportunidades de la IT. En breve, la Fundación Gaspar Casal presentará una publicación sobre este asunto, que ofrecerá claves para su abordaje a los distintos actores implicados.

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