A Marañón se le atribuye que cuando le preguntaron cuál es el instrumento más importante con el que cuenta médico, respondió: la silla

Creo que la apreciación de D. Gregorio sigue vigente, de hecho, sostenía que el medio (la silla) era un fin en sí mismo. La población que más acude a las consultas son personas mayores, con una o varias patologías crónicas. Son, generalmente, los que menos y peor manejan las nuevas tecnologías. El médico tiene el oído para escuchar, los ojos para ver, la boca para hablar y las manos para explorar. Una buena anamnesis requiere tiempo. La silla sigue siendo precisa.

En la mesa de la consulta médica lo que ocupa más espacio es una pantalla de ordenador. Hasta tapa la cara del médico. Y lo peor, en un artículo de la Dra. Offri en el New York Times que comenta en su Blog Jordi Varela

apunta que en tres estudios observacionales (robustos en cuanto a calidad de la evidencia) sobre la distribución de los tiempos de los médicos entre la historia clínica electrónica (teclear y mirar a la pantalla) y la dedicación a los apacientes (preguntar, observar y explorar) gana por goleada el ordenador, llegando a ocupar dos tercios del tiempo del médico. Me encaja este hallazgo en las pocas visitas que he podido hacer al médico y por lo que me cuentan mis amigos colegas.

De hecho, hemos pasado del empleo del fax a finales de la década de los 60 para mandar o recibir historias clínicas, a una progresiva digitalización de los historiales clínicos a finales de los 90 del siglo pasado, que facilita el acceso a los datos médicos. El sistema sanitario público y los prestadores de servicios privados, están con proyectos para construir y custodiar (máxima garantía en la nueva ley de protección de datos) el mejor historial clínico electrónico para los pacientes. Los datos, ciertamente están en las historias clínicas, el propietario es el paciente, pero su uso y disponibilidad es todavía precaria y difícil en algunos sitios.  Seguimos con mucho papel y mucho pdf y con algunos problemas de interoperabilidad.

Sin embargo, Spotify o Netflix personalizan recomendaciones, también Siri. Por qué esta “inteligencia” no ha irrumpido en el sector salud con la fuerza que lo ha hecho en otros sectores. La razón puede estar en que la asistencia sanitaria se enfrenta a problemas tan intrincados, en los que intervienen sistemas tan complejos a la par que humanos, que resolverlos nos corresponde exclusivamente a nosotros. El reto es utilizar el sentido común antes de que estemos preparados para cualquier clase de intervención artificial, inteligente o no.

En la práctica, mejorar la satisfacción individual con el sistema de salud puede quedar fuera del control directo del sistema. La implantación de la tecnología, la ciencia y el conocimiento ya ha tenido efectos significativos en la salud humana, en parte debido a que no se ha limitado a su aplicación médica, sino a la planificación y a la administración pública de todos los demás aspectos de la vida, lo cual ha ocasionado como resultado mejoras en la calidad de vida, la nutrición, la vivienda, las instalaciones sanitarias y, en última instancia, en la salud.

Las soluciones inteligentes deberían incorporar los determinantes de la salud y, por ende, recopilar datos de transporte, vivienda, entorno, condiciones sociales y económicas, además de datos clínicos.

Curiosamente las innovaciones en la manera de prestar la asistencia sanitaria http://science.sciencemag.org/content/347/6223/720 (por ejemplo, intervenciones dirigidas a que se den los cuidados adecuados y, los enfoques dirigidos a la coordinación de la asistencia) rara vez se evalúan utilizando metodologías rigurosas. Sólo el 18% de los estudios sobre la prestación de los servicios sanitarios en los EEUU fueron aleatorizados.

Desde la perspectiva de las tecnologías de la información y las comunicaciones, los principales canales de comunicación del paciente son: la Historia de Salud; la Consulta remota: video consulta, teléfono, correos, WhatsApp; las Apps certificadas; la Telemonitorización y las Redes sociales, Twitter, Chatbots, etcétera.

En nuestro SNS hay relación “contractual” entre paciente y servicio regional de salud, entendido en su cartera de prestaciones y relaciones con los ciudadanos: servicio público universal como derecho. Es, además, estable, homogénea y lineal. Se traduce en prestación y consumo de servicios. La relación ha sido, es y será asimétrica entre el Agente (médico) y el Principal (paciente), aunque ciertamente menos marcada, desde la irrupción de Internet.

Entre los múltiples retos a los que se enfrenta nuestro Sistema Nacional de Salud, la transformación digital es seguramente uno de los más complejos, al ser un sector que abarca desde el conocimiento de las bases moleculares de la salud y la enfermedad hasta los cuidados informales o desde la “humanización” a la inteligencia artificial, extremos que hacen aún más complejo cualquier cambio. Pero es obvio que se están produciendo avances notables que se van incorporando a la práctica conforme se van percibiendo sus beneficios: historiales y citas electrónicas ya generalizados.

En este momento del desarrollo digital en sanidad, existe una oportunidad para que los esfuerzos que requieren los avances que ya se están produciendo y los que sin duda serán necesarios en el futuro próximo, se optimicen y puedan ser aprovechados por las CCAA´s de manera organizada, coordinada y eficiente.

Una de las áreas que está experimentando una transformación notable es la comunicación digital de los pacientes con sus servicios de salud y sus profesionales. Con el fin de explorar los retos que esta área plantea y sus posibles soluciones, la Fundación Gaspar Casal participa de manera activa en el Encuentro que se celebrará en la Escuela de Salud Pública de Menorca los próximos 17 y 18 de septiembre:

El Encuentro tendrá un enfoque en políticas y procesos de decisión (más que en tecnología), por lo que va dirigido principalmente a decisores de las administraciones sanitarias que tienen la responsabilidad de liderar la transformación digital de sus servicios regionales de salud.

El problema está en que la transformación digital implica la generación de “nuevos servicios” y la modificación de las condiciones de transacción, no es por tanto un problema tecnológico exclusivamente, sino cultural, organizacional y que afecta a las condiciones de la prestación y consumo de servicios.

El uso de estos nuevos canales cuenta con un desarrollo tecnológico que lo hace posible y deseable. Requiere de su contextualización en un marco de realidad práctica que tratamos de entender a partir, entre otras cosas, de las dificultades de implantación y difusión de nuevos servicios basados en tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Hay que abordar el fenómeno de la dificultad de “pasar de los pilotos, a la implantación generalizada”.

Cuando hablamos de los factores que empujan o retrasan su adopción a gran escala, podemos estar cayendo en una sobre simplificación del problema si pensamos exclusivamente en términos del servicio TIC (telefonía de voz, correo electrónico, video conferencia…) como un medio que se introduce para dar soporte a la relación del paciente con el sistema.  Hay algo más, sobre todo cuando se trata de relaciones de comunicación más complejas que una mera transacción administrativa, y ese algo obedece a que en este caso el medio es el servicio y como decía Marañón, el medio es un fin en sí mismo, como la silla.

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