Cada vez hay más luz sobre las transformaciones de algunos sistemas sanitarios en cuanto a los mecanismos de pago, a la transparencia de los datos, al cuidado de la privacidad, a los precios asignados al desempeño hospitalario bien medido, etcétera. Todos estos avances en la gestión de la atención sanitaria llevan de la mano mejoras en el reembolso y la rentabilidad, en márgenes de coste y umbrales de eficiencia en la gestión de las estructuras organizativas del sector salud. También hay un movimiento hacia la transparencia por la variedad de las metodologías de investigación que analizan el impacto de la transformación en las estructuras de pago, en la integración horizontal o vertical, en los resultados de salud correlacionados con el precio, y la selección de planes de salud.
El rediseño del sistema de atención médica de los EE. UU. persigue atenuar el crecimiento de su PIB dedicado a la sanidad, y para ello precisa un mayor valor, y el establecimiento de mecanismos que transformen los modelos de reembolso y promuevan el consumerismo a través de la transparencia de los datos. Con toda una ciencia detrás que lo soporta. Todas las partes interesadas en la atención médica, como los pacientes, los profesionales sanitarios, los hospitales, las compañías de seguros y el gobierno, precisan de una visión común a la hora de encarar el futuro. Y, dirán ustedes lectores, por qué hablar de algo que nos puede resultar ajeno y lejano. Por una sencilla razón: las fuerzas del mercado acaban imponiéndose.
A los que nos hemos educado con la silla de Marañón, todo esto nos puede chocar. La relación personalizada médico-paciente era omnipresente. El sistema de asistencia estaba muy asentado en la profesión médica, era muy paternalista. En los sistemas con mucha financiación y prestación públicas, con una fuerte regulación y dominado por buscadores de renta aversos a los cambios, puede efectivamente hacer pensar que todo lo aquí apuntado no llegará y que se hará lo posible en retrasar su entrada definitiva. Sin embargo, conviene estar alerta, nuestro sistema nacional de salud tiene muchos problemas de ineficiencia y usuarios desencantados, que han empeorado todavía más con la pandemia COVID 19. Nuestro sistema puede estar tocado de muerte, especialmente la atención primaria que sufre una grave crisis. Hay riesgo cierto de caminar a la dualidad, con una beneficencia para un segmento muy amplio de la población menesterosa y con escasos recursos y una atención privada que demandan los que pueden y que cada vez, son más consumidores que usuarios.
Mucha de la innovación tecnológica empodera a los pacientes y a los nuevos profesionales sanitarios que ya son nativos digitales. No hay vuelta atrás. Estamos yendo como en muchos otros sectores de actividad económica que eran muy personales a productos de consumo. Pero ¡ojo! la biología es más engañosa que la ciencia computacional.
Hay algún precedente muy desafortunado como la empresa Theranos con inversores estafados. Sin embargo, en inteligencia artificial, telesalud y terapias digitales hay mucho dinero.
Los productos ya presentes en el mercado cuyo uso se extenderá mucho y en poco tiempo tales como aplicaciones personalizadas y portables, servicios en la nube, e-farmacias, telemedicina, hospitales – metaverso, diagnóstico domiciliario, médicos a demanda a través de tabletas, están ya aquí. ¿Es deseable?, ¿para quién?, ¿qué gana el paciente?, ¿y el médico? Depende donde pongas el oído, escuchas ofertas con bondades imbatibles que moverán demanda. Y, si esto es así, ¿seguimos construyendo hospitales al antiguo uso?, ¿seguimos convocando plazas de trabajos que pueden ser realizados por robots y algoritmos?, ¿en donde quedan las preferencias y la ética? Hay mucho debate enjundioso por delante, con mitos y realidades a poner a prueba.