Ya en un relato que me publicaron en abril de 2021(Decameron Veinteveinte, Delirios del Taller, ISBN:978-84-09-29581-4; págs.: 239-240) sostenía que el virus responsable de la pandemia de COVID 19 no era de origen natural. Pero era una ficción. O no.

Desde el inicio de la pandemia, uno de los elementos más complejo ha sido el origen del SARS-CoV-2 que sigue sin saberse con plena certeza, ni probablemente nunca se sepa. ¿Se originó en un animal y pasó a humanos? ¿Fue desarrollado en un laboratorio y hubo un problema de seguridad?

Si fue un caso de transferencia zoonótica se puede detectar la fuente y crear barreras para evitar futuras pandemias. En cambio, si su origen es sintético y se encuentra en un laboratorio habrá que analizar los problemas de seguridad que lo provocaron e implementar medidas de protección más eficientes.

La mayoría de los estudios realizados hasta la fecha se han centrado en un origen zoonótico (proveniente de un animal) pero faltan pruebas definitivas, como la que aportaría el huésped animal intermediario, el animal fuente del virus.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó dos investigaciones sobre el origen y publicó un informe en marzo de 2020 y otro un año después. En ambos casos la conclusión es que existen cuatro posibles orígenes: introducción zoonótica, algo que fue graduado de un evento posible a probable, a través de un huésped intermediario (probable a muy probable), a través de los productos de la cadena de frío (posible) y un incidente de laboratorio (extremadamente improbable).

Para intentar responder al origen un equipo de científicos de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) ha publicado: “Use of a risk assessment tool to determine the origin of severe acute respiratory syndrome coronavirus 2 (SARS‐CoV‐2)” en el que utilizaron una herramienta de análisis de riesgos de Grunow-Finke para diferenciar epidemias naturales y no naturales.

Esta herramienta utiliza 11 criterios que permiten evaluar una probabilidad de origen natural o no natural. Evaluaron estudios previos como fuente de evaluación y señalan que hay un 68% de probabilidad de que se trate de un virus no natural. Esta evaluación de riesgos – señala el estudio– no puede probar el origen del SARS-CoV-2, pero la puntuación obtenida indica una mayor probabilidad de un origen no natural (laboratorio) que natural.

Estas herramientas establecidas para analizar los orígenes de las epidemias (utilizadas en contextos militares) que pocas personas en salud pública o virología las conocen. La herramienta sigue siendo la más utilizada. Se cita en libros de medicina militar. Si bien, existe un cierto grado de subjetividad al evaluar los criterios, las probabilidades que proporciona son razonablemente confiables.

Una de las grandes dificultades a la hora de determinar el origen del patógeno responsable de la COVID 19 es que los virus diseñados genéticamente son muy difíciles de detectar. No existe ninguna herramienta que permita identificar de forma inequívoca un virus sintético de uno natural. Los virus modificados genéticamente en un laboratorio tienen incorporadas secuencias artificiales que permiten diferenciarlos de aquellos provenientes de la naturaleza.

Un 68% es una cifra alta … ¿O no tanto?, además el método utilizado es una herramienta con un punto de partida subjetivo. Tampoco en el estudio hablan de la fortaleza de los datos utilizados, es decir cuán probable es que sean ciertos. Es una valoración arbitraria, son personas las que les dan los puntos, y sólo dos investigadores los que puntúan, un número bajo.

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