La práctica de la medicina se ejerce dentro de un determinado marco económico y legal, definido en los sistemas de salud. Por tanto puede decirse que existe una «política sanitaria estatal» aunque claramente imperfecta la mayoría de las veces. Ello define todas y cada una de las condiciones y circunstancias en las que se ofrecen los servicios de salud y de atención sanitaria. Sin embargo, las dos condiciones fundamentales definitorias son los aspectos financieros y los que hacen referencia a los recursos humanos.
La práctica de la medicina, encarnada en el acto médico tiene tres agentes: el médico, el enfermo, y la enfermedad (auténtico vínculo entre ambas personas). El médico suele ser el agente activo, y el enfermo el actor pasivo (paciente). La asistencia sanitaria, ha permitido que el eje de la actuación sea la práctica de la medicina y que ello sea el mayor progreso que la humanidad ha tenido, junto al desarrollo científico.
Los adelantos sanitarios son enormes pero no queda claro cómo se han conseguido. Se reconoce que la salud es un tema complejo, interdisciplinario e incierto. Se produce dentro de un mundo que es también incierto. La sorpresa es que el sector sanitario influye poco ya en el nivel de salud de la población. Quizá por eso preocupa todo aquello relacionado con el control del gasto. Sin embargo, casi nadie se ocupa de visualizar, cuantificar y promover los beneficios que tienen miles de acciones de salud pública, todas aquellas que cuidan lo que respiramos, bebemos y comemos, cómo trabajamos, nos movemos y convivimos. Las sociedades modernas se encuentran superadas frente a la tarea de conocer y legitimar el futuro de acuerdo con un modelo de predicción exacta. Cuando irrumpen nuevas incertidumbres, cuando hasta el saber experto se revela como algo inexacto y controvertido, entonces es el saber mismo el que se convierte en objeto de la política. A partir de ese momento hay que decidir políticamente qué recursos de saber deben generarse, qué grado de incertidumbre e ignorancia es aceptable respecto de determinadas decisiones. Ahora bien, es exigible que antes valoraremos y presentemos mejor a la ciudadanía lo que se hace bien y rinde beneficios a las personas y comunidades (y lo que no). Cuantificar y explicar mejor los costes y beneficios humanos, sociales y económicos de las inversiones en salud pública y medio ambiente, es y sigue siendo, asignatura pendiente, a pesar de lo muchos ejemplos de éxito: vacunas, aire limpio, agua potable, control de residuos, desaparición de contaminantes como plomo y mercurio, obligatoriedad de uso de cinturón de seguridad en coche y casco en las motos, prohibición de tabaco en lugares públicos,…. Los progresos que se han producido en la práctica de la salud pública son muchos, parece que Hygieia va imponiendo tímidamente una mayor presencia en la práctica de la medicina a una Panacea, asistencia sanitaria, confortablemente, apoyada por el complejo industrial biomédico. Y esto son buenas noticias. Además la nueva Ley General de Salud Pública, ordena normas y actividades encaminadas a la protección y la promoción de la salud, pone en evidencia la necesidad de abordar de manera sistemática la dimensión de salud pública de todo nuestro SNS, toda vez que hasta ahora la actividad reguladora se había centrado en la dimensión asistencial, postergando la articulación de las características básicas de la salud pública en España e impidiendo encarar con éxito algunos de los problemas más importantes en el ámbito de la salud, como la salud y sus determinantes sociales y económicos.