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La economía de la salud pública estudia el papel económico del gobierno en la salud pública, y, no solamente como la mayoría de la gente puede pensar, en la administración de los bienes públicos y en la corrección de los fallos de mercado.

En términos económicos, los fallos de mercado se dan cuando éste no está siendo eficiente a la hora de asignar precios, cantidades producidas y cantidades demandadas, o dicho de otra manera, no se está dando un equilibrio natural entre oferta y demanda. Hay varios motivos que explican la existencia de estos fallos de mercado, de los cuáles hay dos a destacar especialmente: las externalidades por un lado, y la existencia de bienes públicos por otro lado.

 

El manejo de las externalidades

La principal justificación que tiene un gobierno para intervenir en la mejora de la salud pública es que algunos efectos negativos o positivos para la población, son externos a la persona que toma sus decisiones.

Las externalidades ocurren cuando determinadas actividades realizadas por personas y/u organizaciones afectan a terceros, y este efecto no se ve reflejado en los precios de mercado.

Pongamos un ejemplo para facilitar su comprensión: el consumo de tabaco. Las personas que fuman causan daños a los fumadores pasivos, siendo estos daños ajenos -o externos- al fumador. Esta externalidad podría considerarse como una externalidad negativa, ya que un tercero se está viendo perjudicado por una decisión de la que no ha podido tomar parte. De la misma manera, también hay externalidades de las cuales el tercero (en muchas ocasiones la sociedad) se ve beneficiado cuando ocurren (por ejemplo el efecto rebaño de la vacunación), debiéndose hablar entonces de externalidades positivas.

A parte de positivas y negativas, las externalidades también se clasifican según el agente del mercado que la produzca. Se pueden dar en la producción (la contaminación que realiza una planta industrial) o en el consumo, como es el caso del tabaco mencionado anteriormente.

Para la corrección de una externalidad, hay una herramienta de intervención pública clásica: la imposición de un impuesto, “el impuesto pigouviano”, (en el caso de ser negativa) o dar un subsidio (en caso de ser positiva). Volviendo al caso del tabaco, al aplicar un impuesto al consumidor, por un lado se le hace pagar por el daño extra que está causando, y por otro lado también se consigue reducir la demanda al haber consumidores no dispuestos a pagar la cantidad adicional. Además, este impuesto recupera la pérdida en la eficiencia en el mercado al internalizar el coste de la externalidad en el consumidor, y obligar al mercado a reducir la cantidad producida hasta un nivel socialmente deseable.

Cuando se trata de introducir nuevos impuestos, los economistas también discuten acerca de temas de igualdad y equidad para reducir costes externos. Podemos seguir dos enfoques: un impuesto fijo común para todos los fumadores, o un impuesto variable en función de renta.

Una peculiaridad en el actual impuesto sobre el consumo de tabaco es su falta de equidad): a mayor renta del fumador, menor es el porcentaje del impuesto en relación a la renta. A pesar de esto, muchos expertos en salud pública son partidarios de implantar impuestos sobre el tabaco. Los impuestos se encuentran entre las medidas menos coercitivas para cambiar el comportamiento de la población.

 

El manejo de los bienes públicos 

Se dice de un bien que es “Rival” cuando la producción de cada unidad adicional tiene un coste, es decir, que tiene costes marginales positivos. Por otro lado, se dice que es “Excluyente”, si se puede impedir su consumo a ciertos individuos. Según estos conceptos de Rivalidad y Exclusión, los economistas reconocen 4 tipos de bienes: Bienes públicos, bienes privados, recursos comunes y monopolios naturales.

Exclusión
SI NO
Rivalidad SI Bienes privados Monopolios naturales
NO Recursos comunes Bienes públicos

Los bienes públicos tienen dos características: 1. No rivalidad: todo el mundo disfruta de los beneficios de consumir un bien público. Y 2. No excluyente: a nadie se le puede excluir de consumir un bien público. Son un caso extremo de externalidades: el productor de un bien público crea una externalidad positiva para todo el mundo. Un ejemplo claro de un bien público es el de un faro, ya que cada barco extra que se beneficie de ver la luz no supone un coste adicional (no rivalidad) y además no se puede controlar quién puede verlo (no exclusión). Muchas personas confunden bien público con bien suministrado por el estado, como es el caso de nuestra  Salud Pública. Ésta no debe de considerarse un bien público puro, puesto que si tiene costes, por ejemplo, cada vacuna adicional suministrada. Lo que sí es un bien público muy importante dentro de la salud pública es la información y el conocimiento médico.

Hay que tener muy presente que los bienes públicos son un fallo de mercado, ya que causan externalidades positivas. La existencia de este tipo de bienes implica que una gran cantidad de usuarios (“consumidores parásitos”) se beneficien sin pagar por ello, siendo el productor el único en asumir los costes, sin tener rendimiento alguno, por lo que finalmente deja de producir. Es por ello que la intervención del estado es necesaria, produciéndolos o protegiéndolos, como por ejemplo en el caso de las patentes.

 

Un ejemplo en salud pública: la vida sedentaria

Dejando el tabaco y analizando el caso de una vida sedentaria, ésta genera claramente los siguientes costes externos: el seguro médico público, el pago por baja laboral, la percepción de una pensión precozmente o el cuidado en residencia de ancianos con subvención pública. Éstas son algunas de las externalidades de una vida sedentaria, las cuales son perfectamente monetizables como desembolso directo de los costes de los servicios médicos asociados al sedentarismo.

Además, otra consecuencia del sedentarismo es el impacto negativo en la recaudación de impuestos. Esto es así por la incapacidad que genera. Esta mayor incapacidad se traduce en menor contribución al estado. Si la gente sedentaria fuese más activa, vivirían más y reducirían los costes que imponen a otros. ¿Qué se debería hacer para mitigarla? Como en la mayoría de las externalidades, su corrección debe pasar por la intervención estatal:

  1. Dar subsidios para la creación de carriles bici, gimnasios gratuitos al aire libre, etc.
  2. Dar subsidios al empresario que promueva programas saludables en el lugar de trabajo, por ejemplo salidas en horario de trabajo al gimnasio.
  3. Dar subsidios a las familias que propicien deportivas extraescolares en sus hijos.
  4. Descuentos en los impuestos directos para la gente que realiza actividades físicas periódicamente.
  5. Imponer impuestos sobre actividades que promuevan la pereza (como la TV).

Como vemos, la Economía nos ayuda a entender muchas de las regulaciones que hace la Salud Pública en su función de autoridad que vela por la salud de todos.

 

Un comentario sobre “El interfaz Economía de la salud y Salud Pública

  1. ARTICULO BUENO Y DE FACIL LECTURA, PARA PERSONAL DE LA SALUD EN INDUCCION ENESTOS TEMAS NUEVOS.

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