Nuestra sanidad pública está expuesta a un clima inédito de inmovilismo y fragilidad financiera. Llueve sobre mojado. Es muy posible que el SNSE siga dando una respuesta muy razonable a las necesidades de salud de la población, si bien, su deterioro empieza a notarse. Además, el escenario político de fin del bipartidismo y mayorías muy precarias augura que el clima siga siendo adverso y con escasas esperanzas de cambios socialmente irrenunciables.
Alta tasa de desempleo irreductible, precariedad, dualización social, empobrecimiento y corrupción, apuntan a que ahora más que nunca se precisan mejoras que eviten un mayor deterioro del SNSE del que sólo está sacando ventaja la oferta privada que ha gozado de excelente salud durante toda la crisis.
La solvencia del sistema pública sólo puede ir por el camino de la nivelación del gasto sanitario interterritorial utilizando aquella fórmula de asignación territorial compensatoria que mejor asegure la equidad en el acceso a los servicios dentro y entre CCAA´s. Ayudaría también que la financiación selectiva de prestaciones del SNSE sea menos opaca, esté menos expuesta a la subordinación de criterios de oportunismo político y a la excesiva receptividad de los gobiernos a la presión de los lobbies. No se trata de ni más de lo mismo, ni de todo vale lo que cuesta. Una Agencia nacional independiente a lo NICE puede ayudar a poner orden en la incorporación de las nuevas y existentes tecnologías que nuestro SNSE precisa, con transparencia y rendición de cuentas.
Llevamos décadas, hasta enseñando a postgraduados, que la función gestora de la sanidad pública tiene que encontrar su espacio, necesariamente ajeno al marcado por el actual estatus quo que luchará como gato panza arriba para no moverse ni un milímetro de todo el terreno conquistado. Menos interferencia política (exigencia de competencia profesional contrastada) y mayor experimentación (evaluada) del funcionamiento de distintos modelos de gestión capaces de alinear mejor los diferentes incentivos de los diversos agentes del SNSE, ayudarían.
Programas transversales de salud en todas las políticas, implantación procesos asistenciales homogéneos fundamentados en evidencia, poner más énfasis real en un papel más activo del paciente en el mantenimiento de su propia salud, contar con servicios asistenciales mejor coordinados (o hasta integrados) y disponer de observatorios con información sanitaria que monitoricen los progresos, nos permitirán remontar una situación que como veremos con datos en la siguiente entrada, empieza a preocupar a muchos de los que defendemos una sanidad pública que no quede circunscrita a los más necesitados, porque los funcionarios pueden elegir otros proveedores y los que tienen recursos para pagar pólizas privadas, dejen de utilizarlo. De ser así, el deterioro será irreversible pues nadie con fuerza y peso lo reivindicará.