Allá por octubre de 2016, la Comisión Europea publicó un documento institucional bajo el título “Joint Report on Health Care and Long-Term Care Systems & Fiscal Sustainability”. En este documento de política se pretendía dejar clara la hoja de ruta continental para el medio plazo: “La generación y el uso de datos de los sistemas de salud deberían fomentarse para permitir la comparación de rendimiento a través de los proveedores de servicios, así como los resultados de salud dentro y entre países, y como una herramienta esencial para apoyar la gestión. Los países deben establecer estrategias TIC y de gestión de datos para garantizar la transparencia y la adecuada utilización de los datos.”
A raíz de este documento, merece la pena reflexionar sobre el encaje que esta estrategia puede tener en nuestro país.
¿De dónde venimos?
La descentralización de la sanidad en España es antigua. Es política, con contextos, abordajes, y mentalidades diferentes, y especialmente, miedos a la comparación. Tan cierto es esto como que cumplimos tres requisitos indispensables para cambiar la situación:
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- Hay consenso en que hay disfuncionalidades.
- Hay datos sobre estructuras, procesos y resultados.
- Hay colectivos, profesionales y medios de comunicación y sociales, interesados en su estudio.
Actualmente, contamos con varias fuentes de datos socio-sanitarios. Pero se quedan en eso, fuentes de datos. Algunas comunidades autónomas, como Madrid y País Vasco, ofrecen portales de consulta, pero no de análisis de rendimiento. De hecho, incluso está surgiendo literatura que cuestiona su validez*, por lo que no sirve para hacer investigación de servicios sanitarios. Cataluña, con su observatorio, va más allá, ofreciendo evaluación de resultados. El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, por la parte que le toca, dispone de un Portal Estadístico, y una sección de Información y Estadísticas de las Comunidades Autónomas (Proyecto REBECA: Repertorio Básico de Estadísticas y Sistemas de Información Sanitaria de las Comunidades Autónomas). Estas herramientas nacionales, de igual manera, tampoco ofrecen análisis.
¿Dónde debemos ir?
Numerosos informes evidencian que coexisten diferencias y similitudes interterritoriales en la mayoría de los indicadores clave de salud. Sin embargo, hasta la fecha, no se ha diseñado ni puesto en marcha una herramienta ágil y sistemática que cubra esta parcela de análisis de forma periódica y con el espíritu de, a la vez, fomentar que surjan, y que se intenten responder a peguntas críticas como las siguientes:
- ¿Qué determinantes causan las diferencias y similitudes observadas?
- ¿Cuál es el papel de la demografía y del estatus socioeconómico en relación a las mismas?
- ¿Qué influencia tienen los sistemas de gestión adoptados en cada territorio?
- ¿Es posible detectar buenas y malas praxis en la gestión de la sanidad mediante una técnica de benchmarking?
- ¿Es posible alentar y justificar la adopción de medidas para establecer correcciones?
Se conseguirá tener impacto en mejora real de la gobernanza si identificamos los “eslabones perdidos” de información y su flujo. Sí, si facilitamos usabilidad a la información ya existente. De paso fomentamos la cultura de la rendición de cuentas, y también de paso facilitamos la gestión orientada a resultados. Una herramienta que permita medir el rendimiento de los servicios regionales de salud del sistema sanitario español puede ser un paso en esa dirección.
* Como señala Andrés Fraga en su trabajo final del MADS, los Ratios de Mortalidad Estandarizada del Observatorio Madrileño de Salud, no están correctamente ajustados