El suicidio lleva siglos fascinándonos por la capacidad de atracción y rechazo que, al mismo tiempo, genera.

Un estudio publicado en 2017 en la Revista de Psiquiatría y Salud Mental elaborado por las investigadoras Santurtún y Zarrabeita de la Universidad de Cantabria arrojó los siguientes datos: las mujeres se suicidan un 37,5% más en marzo que en noviembre. Los hombres, sin embargo, toman la decisión en verano. Se suicidan un 29% más en julio que en noviembre. En Vizcaya se suicidan 2,5 hombres por cada mujer, pero en Ciudad Real son seis hombres los que ponen fin a su vida por cada mujer. Y en Málaga se suicidan 150 personas por cada millón de habitantes, el triple que en Madrid.

Oficialmente, en España se registraron 3.602 muertes por suicidio en 2015, último año con datos del INE. Se quitaron la vida 2.680 hombres y 922 mujeres. Es, con mucha diferencia, la principal causa de muerte no natural. En EEUU, la tasa de suicidio se sitúa en el 18% desde el año 2000. Allí, destaca el problema de las tasas de suicidio en adolescentes. El paso a la edad adulta, ambientes familiares nocivos y, ante todo, una falta de respuesta a tiempo ante signos de depresión, suelen ser las principales causas.

En el mundo, la tasa de suicidio se ha reducido en torno al 29% desde los años 2000. Se han salvado 2.8 millones de vidas. Los grupos de mayor riesgo, a nivel mundial son: mujeres jóvenes en China e India, hombres de edad media en Rusia y personas mayores. La reducción se debe a que las mujeres jóvenes en China e India están comenzando a tener la capacidad de elegir sobre sus vidas, gracias en parte a cambios de mentalidad impulsados por movimientos sociales como #MeToo. La disminución en Rusia, ha sido gracias a políticas públicas tendentes a limitar la producción y distribución de bebidas alcohólicas. En referencia a los mayores, suele las discapacidades, dolores y soledad lo que influye. La inversión en servicios sanitarios ha sido decisiva a la vez que, la regulación, en ciertas partes del mundo, del derecho al suicidio asistido como sucede en Suiza.

La inestabilidad social es otro factor a favor del suicidio. La última crisis financiera iniciada en 2007 es ejemplo de ello. Como remedio, destaca la creación de políticas de empleo activas que sirvan de amortiguador ante la ansiedad que la pérdida de un empleo y, la incapacidad de encontrar otro, puede llegar a generar. Otra medida, que se ha mostrado útil es la de introducir restricciones en el acceso a armas, pesticidas o medicamentos que puedan llegar a atentar contra la vida.

La realidad demuestra como son políticas públicas, esto es, la intervención del Estado la que tiene la capacidad de afrontar la situación, aminorando frustración y responsabilidad vinculadas a que siga muriendo tanta gente por esta causa.

Resulta reseñable, cómo la falta de tratamiento eficaz para las enfermedades mentales como la depresión, sigue siendo la gran rémora en el mundo desarrollado para hacer frente a este grave problema.

Yeats decía: “hace falta más valor para examinar las esquinas oscuras de la propia alma que la de un soldado en el campo de batalla”. Qué cierto es, y qué difícil es actuar en consonancia…

La salud pública según la definió Winslow en 1920 es: “Ciencia y arte de prevenir la enfermedad, prolongar la vida, promover la salud y la eficiencia a través del esfuerzo comunitario para la mejora del medio ambiente, el control de las enfermedades transmisibles, la educación del individuo en higiene personal, la organización de los servicios médicos y de enfermería para un diagnóstico precoz y unos tratamientos preventivos de la enfermedad, y el desarrollo de la maquinaria social que asegure a cada individuo un estándar de vida adecuado para el mantenimiento de la salud”. Es por ello que, hacer frente a las altas tasas de suicidio plantea un problema de salud pública, y el remedio a seguir es claro: más importancia y dotación para la salud pública, en concreto recursos dirigidos a la salud mental especialmente de colectivos vulnerables como los adolescentes.

Tenemos un Plan Nacional de Prevención del Suicidio. Las políticas públicas son fundamentales habida cuenta de cómo a nivel mundial, la introducción de un mercado laboral más protector, la restricción sobre el alcohol y medicamentos opiáceos, la limitación del acceso a armas, y sustancias peligrosas… han sido la mejor forma de aminorar la tasa de suicidios.

Marcel Proust, en su obra culmen “En busca del tiempo perdido” afirmaba que: “aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”. Puede que el primer paso deba ser, la concienciación de cada individuo del problema que tenemos ante nosotros.

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