Comenzamos con una aseveración inapelable acerca del efecto de la pandemia Covid-19 en España: ha cronificado y agravado la desigualdad. La inacción de lucha contra la misma desde hace muchos años, junto a la crisis sanitaria y económica están arrasando las posibilidades de muchos de salir de un círculo que se retroalimenta y que tanto te lleva de la mala salud a la mala economía como de la mala economía a la mala salud. Va a dejar cicatrices sociales profundas.
Thomas Jefferson, escribió en 1813 en una carta a John Adams: “Hay que distinguir dos tipos de aristocracia: una artificial, cimentada en la riqueza y el nacimiento, y otra natural, enraizada en la virtud y el talento”.
Frances Parker ministra de trabajo en 1933 con Roosevelt desarrolló importantes reformas para hacer frente al impacto de la Gran Depresión: salario mínimo, prestaciones por desempleo y pensiones para los jubilados que en 1935 estaban recibiendo todos los jubilados de los EE. UU. Fue una auténtica precursora del Estado del bienestar, anterior a Beveridge en UK.
La desigualdad es un fenómeno en debate permanente. Primero, hay que distinguir entre desigualdad de ingresos y desigualdad de riqueza. Un 0 implicaría que todo el mundo tiene exactamente la misma riqueza, y un 1 que una persona tiene toda la riqueza de un país y el resto nada. Lo mismo ocurre aplicado a los ingresos. Los indicadores de Gini sobre riqueza oscilan en muchos países entre 0,6 y 0,8, y los Gini de ingresos, entre 0,25 y 0,45. Hay mucha más desigualdad de riqueza que de ingresos. La desigualdad de ingresos puede medirse antes o después de impuestos y de transferencias sociales (subsidios como el desempleo). Muchos países de la Unión Europea poseen indicadores de desigualdad inferiores a 0,3. España se sitúa en 0,32, los EE. UU. por encima de 0,4 y China, tiene un Gini de 0,39. Las diferentes formas de analizar la desigualdad confirman que en general ésta ha empeorado desde mediados de los años setenta. Los motivos son complejos.
Entre otros: I) la llegada masiva de ‘baby boomers‘ al mercado laboral en la década de los setenta, II) la pérdida de poder relativo de los trabajadores en la industria cuando se aceleró la mecanización del trabajo, III) el aumento de las dispersiones de salarios provocado por la cuarta Revolución industrial, que discrimina en función de las capacidades de cada trabajador, IV) el desarrollo de grandes urbes que acaban concentrando los trabajos mejor pagados desplazando hacia fuera a la población no universitaria, V) la mayor concentración empresarial y VI) la introducción de China y muchas economías emergentes en las líneas de suministro globales, fenómeno que redujo aún más el poder negociador de los empleados.
Por lo tanto, hablamos de unas causas complejas para un fenómeno complejo: el aumento de la desigualdad. Los políticos populistas, que se definen por plantear soluciones sencillas a problemas complejos, proponen muchas veces medidas milagrosas para hacer frente a la desigualdad. Por ejemplo, prometer un muro en Texas como solución milagrosa. Engañan así a los votantes y a sí mismos, y cuando tocan el poder, obviamente fracasan en sus resultados.
Es posible que fenómenos también complejos asociados a la demografía comiencen a mostrar una menor desigualdad de ingresos. Los dos motivos principales son el hecho de que la generación de ‘baby boomers’ está jubilándose masivamente, y que la bajísima natalidad provoca que cada vez menos jóvenes entren en la población activa, y no reemplazan al superior número que se jubila. El segundo motivo está asociado a que una eventual relocalización parcial de parte de la capacidad productiva trasladada al extranjero se traduciría de nuevo en una mejora de posición relativa del trabajador para negociar su salario. Veremos.
Un proverbio francés dice que hay dos momentos en la vida para hacerse rico: cuando se nace y cuando se contrae matrimonio. En el fondo, se está refiriendo al primer tipo de aristocracia según la definición de Jefferson. Churchill, con su ironía característica afirmaba que el mayor defecto del capitalismo es la desigual distribución de bendiciones, y la mayor virtud del comunismo es el reparto igualitario de la miseria. Con independencia de una u otra visión, la historia nos enseña que la falta de cohesión de una sociedad está ligada muchas veces a niveles muy elevados de desigualdad de riqueza.
Por último, en España, sobre la desigualdad de ingresos, ha impactado la anterior crisis financiera sistémica de 2008 a 2014, y ahora, el impacto de la pandemia COVID-19, que harán que crezca.