Hace un par de semanas nos convocó Jesús M. de Miguel a un debate a partir de su presentación de dicho informe, comentado con ironía y astucia, en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. Se habló de los grandes temas: ¿ayuda la Universidad a corregir las desigualdades sociales?, ¿qué financiación precisa y de qué fuentes?, ¿qué Universidad queremos, la que hace docencia e investigación o la que solo hace docencia y coloca en mercado de trabajo con gran éxito a sus licenciados?, ¿qué mix de público y privado, compitiendo?, ¿tenemos muchas o pocas, las queremos con diferenciación, no generalistas, por disciplinas o integradas, con menos doctorados y más doctores?, ¿qué órganos de gobierno precisa?, ¿cómo se recluta y evalúa al profesorado, y a los alumnos?, ¿hay que modificar la ANECA?, ¿qué cambios se esperan por la digitalización?, ¿cómo se organiza el mecenazgo empresarial?,…..
La Universidad española precisa de mayor excelencia investigadora y debiera ser un instrumento de igualación social.
Muy probablemente la universidad nos asienta las ideas propias y a pensar críticamente con las que llegamos a ella, y en donde la influencia de los padres y un buen bachillerato, son clave. La universidad educa, investiga, transmite principios cívicos y democráticos, participa en los debates de actualidad, critica y pone en duda el orden social. Asume valores como la autonomía, la tolerancia y la libertad de expresión. Podríamos decir que el objetivo de la universidad consistiría en desarrollar la habilidad de pensar críticamente y de forma independiente, ser creativo e innovador, liberarse de prejuicios, saber elegir información incorporando la que es útil y rechazando la que es irrelevante. Lo importante de los licenciados es lo que hacen con lo que saben y han aprendido. El desarrollo de capacidades además de conocimientos es algo que el Espacio Europeo de Educación Superior propugna con énfasis y que veremos tras una primera evaluación a cinco años que se ha conseguido.
Su papel central lo tiene en una docencia de calidad donde se enseñan los fundamentos de las asignaturas. Éstos harán entender los elementos más prácticos e instrumentales.
La investigación y el saber formular hipótesis son también clave. La investigación universitaria en un mundo globalizado está transitando de la orientación, tradicionalmente básica, a la aplicada, con contratos procedentes de los sectores público y privado y de entidades sin ánimo de lucro. La I+D+i tiene un peso público y una presencia muy importante en los departamentos universitarios y en otros organismos públicos de investigación, pero su debilidad en las empresas españolas es preocupante. Adicionalmente, la falta de un vínculo claro y estrecho entre la educación superior y el mundo laboral es otra característica que agrava la baja competitividad que tenemos como país.
Las universidades españolas deben competir por los mejores profesores y por los mejores alumnos. Sin embargo, la dinámica política actual conduce a una fragmentación territorial, lingüística y cultural que irá generando barreras de entrada con un alto coste económico tan pronto se instale la descoordinación de las políticas fiscales y sociales entre el estado y las CC.AA.
Las universidades públicas son instituciones sociales que pueden parecer no estar dirigidas por nadie. Muchas veces suelen tacharse de anarquías organizadas por la falta de estructura y claridad de sus metas. Acostumbran ser organizaciones a la defensiva, resistentes al cambio; aunque cabe distinguir entre nuevas y viejas universidades por sus distintos comportamientos y resultados docentes y de investigación.
El liderazgo exigible a estas instituciones del saber hay que proclamarlo y perseguirlo. Precisa, ineludiblemente, de la rendición de cuentas, de saber qué se hace y cómo se hace. Además, cuando las fuerzas del mercado son débiles y la confianza en la organización (o sus líderes) es también baja, aumenta la importancia de la rendición de cuentas.
Si los sanitarios nos quejamos de la falta de evaluaciones en nuestro sector, el educativo, en términos generales, nos gana en desidia, la autoridad es más difusa, los gremios están diversificados por disciplinas y con estructuras burocráticas. El profesorado suele poseer los departamentos, que no pocas veces son unas organizaciones a su servicio. Se trata, en fin, de entidades extrañas cuyos miembros no suelen estar preocupados en que se gaste mejor en función de lo que se produce. Suelen ser lentas en incorporar los modernos sistemas de gestión a pesar de enseñarlos en sus aulas. Las personas que gobiernan suelen ser prestigiosas en su campo de especialidad pero no en la administración de instituciones. No suele ser fácil, dados los débiles incentivos con los que cuentan los órganos de gobierno, convencer a los profesores para que den mejores clases, dediquen más tiempo a los estudiantes o preparen mejor los ejercicios prácticos. No hay tradición de acreditación. No existen todavía categorías de universidades que sean fiables y creíbles.
Estimular la competición, preservar la diversidad y conectar mejor con el mundo exterior son los retos actuales de las universidades españolas. En nuestro país existe una demanda social enorme de educación superior debida, sobre todo, a que el nivel socioeconómico del país ha crecido y se ha expandido, además de la existencia de una política de becas generosa y en nada desdeñable, que esperemos no sea finalmente alterada sin sentido y solo con ideología. Esta enseñanza requiere cada vez de más recursos y la financiación pública no crece en consonancia. Dar más a las que mejor lo hagan es un mensaje que va calando. La sociedad suele esperar mucho de ellas. La expansión de las tecnologías de la información y las comunicaciones, la digitalización de asignaturas y su colgado libre y gratuito, la internacionalización progresiva y el impacto de la globalización económica generará nuevas relaciones con el sector público y privado y encendidos debates sobre los costes y los aspectos de calidad de las universidades. La difusión de Internet no sólo permite una transferencia masiva de información mucho más democrática sino que cambia la forma de enseñar y restablece el interés por estar menos encerrados y ensimismados. Afortunadamente, cada vez con mayor frecuencia destacan en el mapa universitario y en distintas facultades y escuelas, departamentos con magníficos profesionales que consagran muchas horas a la excelencia investigadora y docente
Finalmente, el mundo está experimentando a la vez un proceso de convergencia y de diversificación. La globalización y la intensa movilidad de capital humano, así como la transnacionalización de programas de estudios superiores están llevando a una convergencia de estructuras universitarias en el mundo. El modelo es cada vez más diverso y múltiple. Esta tensión requerirá de estrategias de control de calidad y acreditación. Por último, un deseo: ojalá caminemos a una universidad sin fronteras que interconecte el mundo, promueva valores humanos y dé servicio de calidad a la sociedad que, a su vez, la sustenta y da sentido.