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Innovación es una idea, servicio o producto nuevo o una nueva manera de aplicación de un procedimiento en el Sistema Nacional de Salud (SNS) que mejora la calidad de la atención sanitaria y de la salud en cualquier ámbito, preventivo, diagnostico, terapéutico o rehabilitador.

Innovación debe ser algo más que una sencilla mejora de actuación. Con el fin de obtener el máximo valor añadido por el SNS, necesita además ser replicable – y replicado – en ámbitos similares. La diseminación de la innovación que merece la pena es aplicar la idea, servicio o producto en un contexto preferiblemente nuevo, proclive, en una organización renovada. Copiar lo que funciona es bueno.

Esto no significa necesariamente añadir algo a procesos ya existentes, sino también – en el sentido de ‘desinversión’ – retirar servicios que no aporten valor alguno o que hayan sido sustituidos por algo nuevo y mejor.

Innovación no solo se refiere a la idea original, también al proceso entero del desarrollo, implementación y diseminación de la idea con éxito. Existen tres niveles:

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La innovación es fundamental para el SNS por tres razones importantes: en primer lugar, la innovación transforma los resultados clínicos. Marca una diferencia real y tangible en la vida de millones de personas. Por ejemplo, la laparoscopia ha permitido reducir el tiempo de recuperación y la posibilidad de operar pacientes con mala salud. Nuevos medicamentos y tecnologías sanitarias e informáticas han transformado los resultados clínicos. En el SNS, incontables pacientes dan testimonio a la fuerza de ideas importantes y que merecen la pena en términos de resultados clínicos y económicos. En segundo lugar, la innovación puede mejorar a la vez la calidad de vida y la productividad. Dada la demanda y la presión financiera que afronta el SNS hoy en día, está claro que más de lo mismo no va a ayudar. Necesitamos cambios más radicales en la forma de prestar los servicios y, sobre todo, en la forma que trabajan los profesionales. Es preciso marcar un curso sostenible para que el SNS siga siendo un pilar del bienestar social. La innovación puede ayudar a dibujar la hoja de ruta y mejorar la calidad al mismo tiempo que mejorar la productividad y eficiencia dados los escasos recursos. Por último, la innovación es buena para el crecimiento económico. El SNS es un gran inversor y creador de riqueza, especialmente en las áreas de investigación, tecnología e ingeniería. El SNS incorpora innovación y, por ende, ayuda al crecimiento del sector de ciencias de la vida. Además, posibilita a la industria invertir en I+D+i en tecnologías que necesita el SNS para desarrollarse.

El SNS está lleno de personas con talento e ideas brillantes. No se pueden aprovechar sus máximos beneficios si ideas e inventos no se difunden sistemática y rápidamente en el servicio entero. Las razones que explican que la difusión sea lenta están muy bien documentadas.

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Un prerrequisito para la difusión exitosa de la provisión de servicios y productos es que hayan demostrado valor añadido relativo en calidad y productividad respecto a los pre-existentes. Además requiere la existencia de una demanda para esos servicios o productos por parte de organizaciones (centros de salud y hospitales) y profesionales del SNS.

Del lado de la oferta es crucial establecer el valor añadido de la innovación; cada innovación no merece la réplica, y las que no son capaces de demostrar mejoras relevantes no deben ser aplicadas. El valor añadido puede reflejarse en resultados clínicos u otros resultados como calidad de vida, experiencia de pacientes, tiempos, seguridad, reducción de desigualdades, productividad y reducción de costes. Todos estos elementos se engloban en lo que venimos llamando “valor añadido”.

Del lado de la demanda, los adoptadores tempranos de una innovación necesitan darse cuenta de su ventaja, por ejemplo facilitando nuevos procesos en el trabajo o en la capacidad de prestar servicios más cercanos al paciente; y también, de la capacidad de implementarlos. Los cambios en la práctica clínica y en la reconfiguración de los roles profesionales son necesarios para alcanzar el potencial completo de la innovación. Gran parte de las innovaciones tecnológicas van a tener implicaciones en el servicio clínico y necesitarán de soporte operativo. Muchas veces esto  requerirá la retirada de productos o servicios que serán desplazados por la innovación.

El  valor añadido potencial de la innovación, la facilidad de su implantación, y la visibilidad de su impacto pueden tener una influencia poderosa en la mejora de la tasa de difusión.

La difusión en sistemas tan complejos como el SNS funciona más eficientemente por interacción de las tres fuerzas estratégicas que aquí se muestra:

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Intentos anteriores para lograr adopción y difusión consistente y extensa dentro del SNS han fallado porque las tres fuerzas no han sido movilizadas en su conjunto.

Actualmente, la descentralización actual de las actividades sanitarias en las CCAA´s nos permite considerar tres niveles principales para el desarrollo y la mejora de la diseminación de la innovación:

  • Macro, o nivel de política sanitaria, se apoya en la investigación de servicios sanitarios, sirviendo como puente que conecta a las ciencias básicas con la investigación aplicada a la toma de decisiones centralizada;
  • Meso, o nivel representado por las entidades públicas y empresas que proveen servicios sanitarios, se apoya en la toma de decisiones de los gerentes y jefes clínicos buscando eficiencia y efectividad en la prestación de servicios sanitarios con el fin de disminuir la alta variabilidad en la práctica clínica y la mejora de la innovación de los procesos organizativos, el nivel tecnológico y la infraestructura;
  • Micro, nivel de la práctica clínica, se apoya en la interacción entre profesionales y pacientes con influencia de las características organizativas, de las fuerzas operativas y de un conjunto único de capacidades y conocimientos individuales.

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La racionalidad y el éxito de la difusión de la innovación dentro de los sistemas sanitarios dependen del equilibrio de variables que intentan adaptar sus dimensiones esenciales con las características del sistema sanitario descentralizado que nos hemos ido dando.

El éxito de la difusión de la innovación introducida es un efecto combinado de tres factores: el primero, la efectividad clínica demostrada  en el paciente, en el sentido de que la misma debe ser capaz de mejorar las condiciones de salud del paciente y, en términos más generales, producir un impacto positivo sobre el bienestar de la comunidad. El segundo, la existencia de compatibilidad y utilidad entre los objetivos institucionales y el límite de recursos disponibles, aumentando el espacio de acción disponible con la finalidad de hacer frente a la demanda de servicios sanitarios. Y, el tercero, la existencia de autonomía profesional, es decir, la  innovación tecnológica debe tener un impacto positivo sobre el modus operandi de la profesión sanitaria y ser consistente con las capacidades e incentivos profesionales y personales.  No es fácil, pero hay que esforzarse en que concurran los tres.

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