La inadecuada valoración del riesgo por parte del gobierno chino, y que la OMS no determinara hasta el 11 de marzo en su evaluación que la Covid19 puede caracterizarse como una pandemia, podría explicar –junto a las características del virus– una extensión global del mismo muy rápida, que a todos nos pilló con el pie cambiado.

La pregunta que uno se hace es, si tras las experiencias del SARS y del MERS se identificaron áreas de mejora en la preparación de futuros planes de contingencia para aminorar la diseminación. Diría que solo en los países que lo sufrieron más directamente y montaron sistemas de vigilancia epidemiológica que sí han funcionado en la actual pandemia. De la Covid 19, algunos de los que vivimos en primera persona su eclosión sabemos que el diagnóstico inicial se hacía valorando características clínicas, muchas de ellas típicas de una neumonía, como fiebre, tos, saturación de oxígeno… Seguramente hubo ya casos en diciembre de 2019 confundidos con la gripe. Después, una vez conocida la estructura del virus, llegó la RT-PCR para diagnóstico. Desafortunadamente, ningún fármaco antiviral ha mostrado efectividad probada para hacer frente a la enfermedad. La evolución fue severa en casi en 1 de cada 4 enfermos, y sólo los corticoides redujeron la inflamación pulmonar debida a los altos niveles de citoquinas causadas por el virus. La definición de caso la hace por primera vez la OMS el 2 de febrero del 2020. La mayor diferencia clínica entre Covid 19 y sus predecesores de la familia de los beta-coronavirus es que, raramente, hay goteo nasal y síntomas gastrointestinales. El foco de transmisión de huésped a humano se señaló en los mercados abiertos de Wuhan (provincia de Hubei).

Todavía hay un limitado conocimiento acerca de la transmisión de la Covid 19. Nos falta conocimiento de la historia natural de la enfermedad, si bien los avances en el mismo han sido espectaculares gracias a una cooperación científica global nunca vivida. Se ha confirmado la vía humano-humano, a través de las gotitas respiratorias por tos y estornudo. Los mercados al aire libre (pangolines y civetas como reservorio) se han señalado como foco de los casos primarios, pero también hay casos sin contacto directo con ellos. Los casos secundarios han ocurrido en hospitales y residencias, a través de los propios sanitarios que han estado en contacto con pacientes con la Covid 19, que a veces eran asintomáticos (lo que, junto a la alta contagiosidad del virus, ha hecho muy difícil contener su rápida extensión). En España, podemos afirmar que hemos tenido sobre todo una epidemia nosocomial más que comunitaria (la prevalencia de un 5% de la población general del macroestudio serológico, así lo apunta también).

El MERS también se transmite de persona a persona, sobre todo, en la fase sintomática de la enfermedad, también por vía respiratoria, y a través de personas que han estado en contacto con dromedarios (reservorio).

En el SARS la transmisión es similar a los dos anteriores, pero también por fómites y vía fecal, junto al manipulado de animales.

La transmisión de la Covid 19 ha sido más rápida que la de SARS y a su vez, mucho más que la de MERS, que tuvo una Case Fatality Ratio más alta (35%), frente a un 9% para MERS, y un 2% para la Covid 19. Más varones, de edades avanzadas y con comorbilidades, es el perfil más prevalente de la Covid 19. También del MERS y del SARS.

El deterioro global del medio ambiente nos ha llevado a la ruptura de ecosistemas que nos protegían de la transmisión animal-humano, así el contacto directo en estas tres epidemias tuvo su origen en animales. MERS, dromedarios/camellos. SARS, murciélagos. Covid 19, pangolines, civetas, serpientes y otros animales vendidos en los mercados abiertos de Wuhan. Los tres beta-coronavirus son, por tanto, zoonosis.

En la Covid 19, tenemos que destacar que su rápida transmisión fue debida a la limitada y débil coordinación entre países; y dentro de los propios países, a la falta de suministros de protección (mascarillas, guantes, EPIs…), y de test diagnósticos. Empeorado porque los asintomáticos contagiaban. Todo ello nos ha llevado a que se tomaran medidas drásticas en muchos países para evitar la saturación de los sistemas sanitarios y prevenir muertes, como el confinamiento obligatorio.

El SARS también se extendió globalmente pero por la temprana intervención se quedó en países del sudeste asiático. El MERS no se extendió globalmente, en parte por el bajo riesgo de la transmisión humano-humano quedando circunscrito a países árabes de medioeste. Para ninguna de las tres enfermedades ha habido vacuna ni tratamiento específico.

En el caso de la Covid 19, sabemos que Hubei es un hub en el centro de China, región sobrepoblada, con mala infraestructura sanitaria, que unido a la falta de transparencia del gobierno llevó a una notificación de alerta tardía que hizo que miles y miles de personas contagiadas viajaran para el Año Nuevo dentro de China, y hacía otros países, y de otros países hacía China. La curva de extensión del virus se disparó a una gran velocidad. No nos cabe duda que la valoración inadecuada del riesgo por parte del gobierno chino obstaculizó los esfuerzos de contener el virus que hubiera sido más fácil en estadios tempranos.

Podemos sacar algunas lecciones aprendidas: higiene de manos, aislamiento de individuos sospechosos, y prevenir el contacto directo con reservorios. La Covid 19, y el virus que la ocasiona, siguen siendo un paradigma en cuanto a su comportamiento. Sigue habiendo muchas sombras e incertidumbres por resolver. Preocupa, mucho, el daño global ya causado en términos de vidas perdidas, secuelas, así como destrucción social y económica.

La Covid 19 ya ha provocado más casos y más muertes que el SARS. El cierre efectivo de los mercados de animales vivos en China, ya prometido tras el SARS, hubiera disminuido la probabilidad de este brote zoonótico. La transmisión humano-humano ha sido confirmada, pero las medidas tomadas para mitigar la extensión llegaron tarde.

En nuestro país si hubiéramos mirado a la izquierda (Portugal) y a la derecha (Italia) con más interés se podía, seguramente, haber actuado con mayor diligencia, se podía haber hecho acopio de suministros antes, centralizadamente, y por expertos en compras sobre el terreno. La comunicación y la coordinación, entre administraciones, aunque siempre mejorable, ha sido razonable; el comportamiento de los profesionales, y de las organizaciones socio-sanitarias en primera línea de fuego, ejemplar. Nos queda comportarnos durante la desescalada, como ciudadanos, tan responsablemente como lo hemos hecho durante el confinamiento.

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