Mary Shelly fue una fantástica escritora cuya obra maestra, Frankenstein, la escribió con sólo 18 años, ciertamente influida por su marido Percey Shelly, Lord Byron y el Dr. Polidory, en una Ginebra lluviosa del verano de 1816. Creó un monstruo que acabó rebelándose contra ella misma: “tú me creaste, ahora yo soy tu dueño.” Escribir sobre remuneraciones de médicos en España tiene algo de esto.
Vayamos a unas interesantes aseveraciones que hemos encontrado en una entrada del blog de Sergio Minué de 2017 que lleva por título Frankenstein en la consulta. Si pagamos por hacer, el comportamiento del médico intensifica el uso de la historia clínica así como el uso de la pantalla del ordenador; la cabeza del nuevo monstruo se hace muy presente, pues necesita alimentación (datos) y atención al ordenador. Los pacientes pasan a ser extensas plantaciones de datos que el médico cosecha con mimo. Aunque no paguemos por hacer en España, las conversaciones y relaciones interpersonales que debiéramos mantener con los pacientes prácticamente han desaparecido. Hay que recuperar el control sobre el monstruo. La tarea no es fácil, pues tras la pandemia de la Covid 19, la telemedicina ha sido llamada a crecer y crecer: Una digitalización irreversible.
Afortunadamente, en el espacio del trabajo moderno formamos parte de un equipo que lleva a cabo tareas concretas usando procesos para resolver problemas (de salud). Así, el paciente se puede beneficiar de distintos puntos de vista que siempre enriquecen, pues aportan una gama de capacidades más amplia.
En España, lamentablemente, no hemos experimentado reformas de calado de las administraciones públicas en materia de personal del SNSE desde que se promulgó la Ley General de Sanidad en 1986. Esto es, sin duda, un lastre en la caracterización y marco de relaciones laborales de nuestro Sistema Nacional de Salud (SNSE). Los cambios institucionales no han pasado de la descentralización a las CCAA que cuentan con plenas competencias para prestar los servicios sanitarios con el fin de perseguir el mantenimiento de la salud como señala el artículo 43 de nuestra Constitución; y de la implantación de fórmulas de colaboración público-privadas al albur de la Ley 15/1997 de habilitación de nuevas personas jurídicas para la gestión sanitaria. Además, la conveniencia del diálogo y la consulta con los distintos interlocutores sociales ha retraído más que impulsado avances y mejoras en materia laboral. Tampoco se ha contado para los acuerdos, hasta hace poco, con usuarios, y pacientes, y algo más, con los profesionales sindicalizados. Todo ello, bastante ajeno a lo que debieran ser unas sanas relaciones laborales.
Las remuneraciones de los médicos es un asunto que ha preocupado desde hace tiempo, y sobre el que, sorprendentemente, no hay mucha literatura comparativa. Recientemente hemos llevado a cabo un análisis comparado de retribuciones a médicos en la UE, España y CCAA., que se presentará en el 9º Congreso de Gestión Clínica, los días 10 y 11 de septiembre en Santander. IX Congreso de Gestión Clínica. Atención integrada efectiva: Evaluación y Evolución
El reto es diseñar y poner en marcha un nuevo modelo de relación profesional en el SNS que capte y retenga talento, que incentive la práctica bien hecha, que favorezca al trabajador con fórmulas que permitan flexibilidad, conciliación, y adaptación a sus preferencias. Se requieren fórmulas flexibles y eficaces para atraer talento a zonas rurales, plazas de especialista de difícil cobertura, etcétera, teniendo en cuenta que la retribución es sólo un elemento de la compensación del trabajador. Que los centros sanitarios puedan hacer políticas de personal, porque hay diferencia entre gestión y mera administración.
Esto implica un cambio en profundidad en el marco de las relaciones laborales en el SNS, con un perfeccionamiento del Estatuto y un cambio sustancial en los procedimientos de selección y contratación de profesionales, así como rediseño de los incentivos.
Las políticas de personal son especialmente relevantes en atención primaria y medicina de familia. Los incentivos no han de ser solo monetarios, también a la investigación, docencia, y desarrollo profesional, entre otros de importancia esencial. El objetivo es que lo individualmente atractivo coincida con lo socialmente deseable. Si sabemos la teoría, ¿por qué no se hace nada?