No cabe duda de que estamos ante un desafío que representa la irrupción de la robótica en nuestras vidas y nuestros empleos en plena era del big data (macrodatos), el internet de las cosas y la inteligencia artificial.

La utilidad de la robótica en salud está todavía muy circunscrita a determinados aplicaciones de movilidad, de soporte y de ayuda en intervenciones quirúrgica, también en acompañamiento y estimulación cognitiva.

Sostiene Carles Ramiò “que la burocracia como modelo organizativo y de gestión es impecable (un hospital público como este es un excelente ejemplo). Pero los órganos de control burocrático y los empleados de las burocracias ya son otro cantar: crecen en volumen organizativo y de personal de manera descontrolada, imponen unos criterios formales desorbitados y acaban perdiendo el norte de su función. La burocracia como modelo para que funcione necesita sus intermediarios: fedatarios públicos (notarios, registradores) registros de todo tipo (civil, de asociaciones, de empresas, etc.), interventores, gestores de expediente, etc. ¿Podemos imaginar un modelo de futuro conceptualmente burocrático, pero sin unidades burocráticas y sin burócratas? En efecto, es totalmente posible un modelo de futuro en el que imperan los impecables principios burocráticos, pero sin ninguna externalidad negativa inherente a su estructura o a los intereses subjetivos que suele utilizar la burocracia de manera facciosa. Una aplicación inteligente de la robótica y la inteligencia artificial lo puede lograr si buscamos este objetivo, si le damos un enfoque no de simple cambio tecnológico sino de cambio de paradigma conceptual, de cambio estratégico”.

En el desarrollo de humanoides, el aspecto y el comportamiento de los robots son cuestiones importantes. Sin embargo, diseñar el aspecto del robot, especialmente para darle un humanoide, era siempre un papel de diseñadores industriales. Para abordar el problema de la apariencia y el comportamiento, son necesarios dos enfoques: uno de robótica y el otro de la ciencia cognitiva. El enfoque de robótica intenta construir robots de manera muy parecida a la humana basadas en el conocimiento de la ciencia cognitiva. El enfoque de ciencia cognitiva utiliza el robot para comprobar hipótesis para los seres humanos de comprensión.  Todo esto se basa en modelos de IA basados en acumulación de datos. Es probable que los robots acaben aprendiendo por si mismos gracias a una arquitectura cognitiva basada en prueba-error.

Ahora bien, un robot no capta emociones, empatía o antipatía en los lugares de trabajo. Tampoco tendrá nuestra intuición ni nuestra tendencia a la contradicción. Parece que todo lo rutinario lo hará un robot. Sin duda, los profesionales sanitarios altamente cualificados seguirán teniendo un papel relevante en un servicio público donde personas dan servicio a personas. Cuánto más difícil sea de explicar un empleo, mas difícil será reemplazarlo por un robot. Un terapeuta se enfrenta cada día un problema distinto, según cada paciente. Pero ojo, los algoritmos de un robot pueden tomar decisiones más desapasionadas, más ecuánimes y menos prejuiciosas. Serán cada vez más inteligentes, amables, empáticos y, cada vez más baratos.

El problema de la interacción social, por dificultoso que resulte, es uno de los primeros que hay que resolver si queremos que los robots sean útiles y seguros ayudando a los ancianos en casa, a los enfermos en el hospital o a los niños en la escuela. Los robots de compañía, como ha señalado Miguel Ángel Salichs en nuestro VIII Congreso de Gestión Clínica, tendrán una gran demanda en este mundo de envejecimiento progresivo, soledad galopante y escaso presupuesto en servicios sociales. El robot cirujano ha hecho notables avances en los últimos años, como excelentes ayudantes en operaciones delicadas, como el implante coclear o el cáncer de próstata y vejiga. Hay dilemas legales y éticos por resolver.

La automatización y la robotización de la industria afecta ya a las clases medias y a la economía de los países desarrollados, donde es urgente un nuevo contrato social que ha de ser de carácter global en la Cuarta Revolución Industrial a la que asistimos.

Se pueden contemplar diversas posibilidades no mutuamente excluyentes, como ampliar la propiedad de los robots a los trabajadores que se beneficiarían así de los ingresos que generan las máquinas; hacer que los robots paguen contribuciones a la seguridad social o impuestos o impulsar fondos de inversión públicos, para reequilibrar la balanza entre capital y trabajo. Por último, se requiere de una política de “justicia tecnológica” para evitar que algunos sectores sociales y algunos países se queden rezagados por los avances tecnológicos. Un estudio de Wolfgang Dauth sobre la penetración de los robots en el sector industrial demuestra que, en este ámbito, cada robot destruye o reemplaza entre tres y seis empleos en EEUU; en Alemania sólo entre uno y dos. La razón: la capacidad de negociación de los sindicatos.

Si hemos vivido un movimiento antiglobalización la pasada década, veremos seguramente en la siguiente, un movimiento antirrobotización. Harán ruido, aunque no conseguirán gran cosa.

Tenemos que reinventarnos y transformarnos antes que la nueva realidad nos atrape sin estar preparados.

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