Con la ayuda de mi amigo y colega José Manuel González Casbas escribimos esta entrada a partir de una viva discusión acerca del último Tech Quartely de The Economist https://www.economist.com/technology-quarterly en un rato que tuvimos durante una semana de vela por el Dodecaneso y la costa turca.

Hace ya 45 años que Louise Brown naciera en Julio de 1978 en Manchester con dos ojos y diez dedos. En este tiempo ola fertilización in vitro (FIV) ha conquistado la primera posición en el tratamiento de la infertilidad en todo el mundo. Hay doce millones nacidos en el mundo por FIV y una de cada seis personas sufre infertilidad.

Muchos procedimientos fallan y la necesidad de más ciclos es un incentivo para una industria que vende esperanza. La tecnología ha ido mejorando con menos embarazos múltiples. El tratamiento es costoso y su tecnología también.

Aunque la reproducción es el aspecto más básico de la biología humana es, sorprendentemente, poco conocido como una nueva vida llega. Aspectos celulares, moleculares y genéticos permanecen como un misterio.

La infertilidad queda clasificada como salud de la mujer cuando hay muchos factores masculinos responsables de la mitad de los casos en parejas heterosexuales.

Hay una nueva esperanza que viene de la ciencia en Japón y USA con ratones y que se ha iniciado en humanos. El reto es conseguir células germinales de otros tejidos fertilizadas con los espermatozoides e implantarlas. Los óvulos de una mujer de más de cuarenta años es como un móvil de siete años que cada vez necesita con mayor frecuencia ser recargado.

Regulación y coste es, posiblemente, la asignatura pendiente.

La clave más crítica está en las donaciones donde no tengas que renunciar a tu genética si se consigue la implantación.

La revolución está en empoderar a la mujer y al hombre a tener los niños que quieren, especialmente en países que han retrasado la edad de tenerlos, y cuando quieran. Todo va muy rápido, y son muchas las piezas del puzle que tienen que encajar armónicamente.

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